El Jimmy, sentado bajo la sombra de un reflejo paralelo, desnudó su pretensión más oscura de una realidad paralela, pero real. Sólo su afición al reflejo de los cristales, superaba las referencias ancestrales, a la existencia de la propia metafísica más comprometedora.
Sus ojos, clavados con atención sobre el cristal transparente, inmortalizando a los transeúntes que deambulaban con sus ocupaciones y preocupaciones. El Jimmy, siempre observa, vigila, comulga y promueve su mundo en reflejos constantes.
Giró su cabeza hacia su cafe caliente, desnudó parte del contenido ancestral de su taza y cuando volvió a mirar a través del cristal, un arma se deslizaba con fuerza y tenacidad en las manos de un ciudadano; apuntando a otra persona. El Jimmy no daba crédito, se quedó inmóbil, petrificado con la imagen que le brindaba su querido cristal. En acto seguido giró la cabeza noventa grados para ver la realidad, los segundos se convirtieron en minutos y los minutos en horas, una pesadez indescriptible en una acción violenta lejos de su distancia pero tan cerca y física en el cristal... Al llegar a la visión normal de sus ojos, observó que el chico que aguantaba la pistola era de juguete y jugaba con su padre a ladrón y policía.
El Jimmy notó, como las pulsaciones de su corazón bajaron tan rápido como una montaña rusa, el temblor de sus piernas se convirtió en sudor frío y convulso. Aceleró su toma de cafe, recogió su periódico y caminó hasta un banco con sombra. Su sonrisa de oreja a oreja, por el pánico infundido de algo inexistente pareció desvanecerse en su interior más absoluto, cuando de repente, algo frío y metálico rozó su nuca, junto con el sonido deslizante del seguro suelto que recargó la recamara donde se alojaba una bala. El sicario no se estremeció al apretar el gatillo, y el Jimmy sucumbió en el banco de manera fulminante.
El fin del Jimmy, el inicio de otro viaje.
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