lunes, 21 de mayo de 2012

La carretera maldita

Las gomas del neumático alimentaban el asfalto seco a golpe de noreste. El angar solitario y los sonidos de las aves, se entre mezclaban con el ruido del motor. Jonas Escribano García encendió su cigarrillo con calma, a la vez que un escuadron de surfers melenudos rubios y teñidos le adelantaban a toda velocidad. Sus pensamientos se tornaron oscuros y violentos, freno en seco... Y allí, en medio del cementerio y la reserva natural del rio, miró al cielo, recogió su alma y parte de su cuerpo conduciendo a toda velocidad para atrapar a los surfers de ciudad, esos surfers carcomidos, mal educados y de comportamiento burgués venían a invadir la libertad de la zona muerta.

Pero en la última glorieta, justo antes del puente, Jonas observó el coche volcado de los jóvenes surfers, no hubo heridos pero sus tablas quedaron destrozadas. Jonas en un ataque de histeria aderezada pitó y rió sin miramientos; al levantar la vista un coche de la policía estaba frenado delante de sus narices y no pudo hacer nada por evitar el choque; la carretera maldita no dejó que nadie surfeara ese dia y Jonas pasó unas horas en comisaria en buena compañía. La carretera maldita cobraba así su peaje, el egoismo de unos y otros fue el tributo que cobro la carretera.

"El hombre solitario que deambule de manera libre y limpia no sufrirá el peaje de la carretera"; ese era el cartel que colocó el vigilante nocturno de la carretera maldita.

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